CON LA MUSA A CUESTAS

Así no hay quien trabaje, oiga

La imagen es propicia para la creación, Muddy Waters bateando el silencio de una calurosa tarde de verano. Una lámpara de mesa dirige sus rayos a una pared blanco roto y sumerge la estancia en una agradable atmósfera de concentración. La mesa blanca, el portátil ruidoso del 2004, papeles, botellas de agua, más papeles, un bote de betadine, una taza vacía, cupones de descuento del carrefur, una medalla minúscula de una minivirgen (la virgen de las pulgas, como yo la llamo), celo, móvil, papeles, un creditrans con treinta céntimos, un mp4, dos mecheros robados, homeopatía y bafles. Me falta el cigarro y el güiski para hacer de esta foto todo un clásico del bohemio escritor reconcentrado en su trabajo, pero en primer lugar: soy mujer, en segundo lugar: no fumo, y en tercer lugar: si me emborracho dejo de escribir y me pongo a ver realitis en internet y me dan las cuatro de la madrugada.
Y no es plan.
Así que con una cerveza sin y dos botellas de agua tendré que buscarme la inspiración con una estampa menos estándar.
No por ello menos eficaz, que conste.

El caso es que era más fácil pensar en escribir que hacerlo. Pensar es siempre tan sencillo… si me pagaran por pensar, sería como la Hilton pero en lista, iría a conciertos y bibliotecas de todo el mundo, y visitaría las ciudades más cosmopolitas. Sería tal vez un poco más sosa, pero follaría lo mismo, pero sin dejar de pensar, eso sí.

Espera, que se me cierran los puertos y no me puedo bajar nada con el soulseek.

Ay, qué desastre, creo que acabo de meter un virus intentando bajarme un antivirus. Tremenda paradoja.

La estampa de la mesa de trabajo se va completando con un tarro de helado de tiramisú y los restos de un bollo de mantequilla que sobró ayer en el bar. Si puedo escribir ahora estas líneas es por supuesto porque el bollo ya forma parte de mi sin par anatomía. Ahora la foto de mi mesa de trabajo me recuerda más a una treinteañera desesperada buscando consuelo en melodramas de fácil consumo, llamémosla Bridget, por ejemplo. Pero yo soy delgada y monísima y tengo preocupaciones mucho más profundas que la rubia esa almibarada.

Qué ruta virtual tan fructífera, de las consultas sobre seguridad en la red (nunca está de más renovar el firewall, lo mismo que estrenar zapatos cada temporada) he pasado a instalar el MahJong versión jungla paradisíaca haciendo entre ellos un inciso por los principios psiconanalíticos aplicados a la pedagogía infantil.

El MahGong este me ha dejado la vista tonta, eso sí, he pasado doce pantallas, y porque lo he dejado porque es la hora de cenar, que si no me hago el juego completo.

Retrato de una típica jornada creativa de una mente muy dispersa.

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