ESTAMPA FAMILIAR II






















Le voy a comprar una casa a mi madre. Una casa bonita, con su tejado rojo, su chimenea, su pared blanca, su puerta marrón. Una casita de ensueño, un sueño de casa.

Le voy a comprar una casa nueva a mi madre. Bien grande, bien hermosa, como a ella le gusta. Para que le cunda el día tendrá que pasarse ocho horas al día limpiando su casa. Se acostará cada noche pensando en todos los rincones que le quedan por limpiar, en todos los sueños que le quedan por cumplir, en todas las vidas que pudieron ser...
y no fueron.

En su novio del pueblo, el rubio aquel de buena planta.

Llorará de dos a tres de la madrugada. Dormirá profundamente y al día siguiente despertará con un ligero dolor de cervicales.

Voy a regalarle a mi madre una casa grande. Tapiaré puertas y ventanas con hormigón y cemento. Voy a darle a mi madre una casa de ensueño, para que no tenga que volver a soñar con niños rubios y casas en la playa. Para que se le quite el dolor de cervicales.

ESTAMPA FAMILIAR

Le voy a regalar una silla a mi padre. Mi padre tiene una casa grande, sin jardín. Es una casa grande, pero no tiene jardín.

Le voy a comprar una silla a mi padre. Se va a sentar en su silla nueva todas las tardes del resto de su vida. Va a sacar el periódico, mi padre, su pinchito de jamón, su cerveza sin alcohol. Se va a comer su merienda y va a beberse su cerveza en la silla nueva que le voy a comprar,
a mi padre.

En un momento dado, justo media hora antes de que se ponga el sol, mi padre se acordará de sus tiempos felices, tiempos de juventud. Mirará hacia atrás con añoranza y sentirá rabia e impotencia por tener que estar comiéndose su merienda solo, en su casa grande y silenciosa, sentado en la silla que le regaló su hija, esa desconocida con la cara de su hermana y llena de canas, y deseará de repente sacar la escopeta de caza que le regaló su hijo, esa bendita réplica de sí mismo con treinta años.

Sacará su escopeta mi padre, con las migas de pan todavía en el jersey, y apuntará hacia el cielo, apuntará a las palomas, a las gaviotas, a las golondrinas, a los abedules, a los robles, a las flores, a los ríos, a los matojos y a los niños. A las madres y a los gilipollas.

Le voy a comprar una silla a mi padre. O mejor aún, una silla y cincuenta cajas de balas de plomo.

UNA CHICA SENCILLA

Necesito vacaciones. Necesito una familia perfecta. Necesito retorcerle el cuello a mi madre. Necesito enterrar vivo a mi padre. Necesito una nómina y un plan de pensiones. Necesito pegarle un tiro en la cabeza a mi hermana. Necesito que alguien me riegue los geranios. Necesito cantarle una nana al oído a mi otra hermana. Necesito un camión. Necesito una furgoneta. Necesito un coche. Necesito un triciclo. Necesito una casa para mí sola. Necesito un vecino como el que ya tengo. Necesito que su mujer y sus dos hijos mueran accidentalmente sin dejar rastro. Necesito un premio literario a nivel internacional para recuperar mi autoestima. Necesito un hombre que me quiera. Necesito dos hombres que me quieran. Necesito cinco hombres que me idolatren. Necesito dos campos de fútbol llenos de hombres perfectos y solventes que estén dispuestos a quemarse a lo bonzo por mí si es necesario. Necesito una cama de 2x2.

Necesito vacaciones en el mar. Necesito un cheque al portador de dos millones de euros. Necesito una vida normal, una vida sencilla.

RETRATOS III

Ricardo no tiene sabor. Ricardo llora. Recuerda Ricardo. Sólo quiere que se vayan, que no vuelvan. Los dedos recorren cuero cabelludo. Se han convertido en parte de su cabello. Las uñas roen como pequeñas alimañas buscando respuestas, sólo responden sangre y pústulas. Parece que a Ricardo le consuela encontrar retazos de piel seca entre sus dedos, trozos de sí mismo que son liberados y se llevan parte de su tormento.

A veces duerme en los parques públicos cuando mayo se acerca, para ver a las flores nacer. Él lo sabe, ellas también, es su secreto, eso le hace feliz. Todo es liviano cuando hace calor y huele a nacimiento. Ricardo entonces se convierte en infante, retoza entre los almendros, corre descalzo por el césped recien cortado. Ricardo recuerda. Llora Ricardo. Que no vuelvan. Que desaparezcan.

La noche es para llenarse de luna, para subir a una colina y compartir silencios con las retamas y con las malvas. Él lo sabe. Ellas siempre lo han sabido. No hay secretos. Todo adquiere sentido de repente. Acuna la luna los finos cabellos de Ricardo-niño, dormido desnudo en el césped del Ayuntamiento. Están ahí. Han vuelto. Esta vez es para siempre, Ricardo.

Convulso enfermo en silla de ruedas con una hermosa camisa de fuerza. Las pústulas por fin cicatrizan. Ricardo babea en una esquina y no se ha enterado que el verano está a punto de comenzar. Florecen las amapolas. Ricardo no llora. Olvida Ricardo.

Han vuelto para quedarse. Y a nadie le interesan tus secretos.

INTERFERENCIAS


¿Dónde aprietan los límites?
Monja o puta, lo mismo pero al revés
Eres tú, tú o tú, no me importa
sólo un cuerpo
Sonríeme, dime "puta"
una entrada, una puerta
dime algo
consiénteme
bébeme
pégame
Seré lo que tú quieras que sea
seré tu amor
tu pesadilla
hielo en tus pezones
una mano entre tus piernas
Estar
ausencia dirigida
Molestarte
pero solo un poco
Romperte las rodillas
Besarte dormida
Arrancarte los dientes
Masturbarte
Susurrarte al oído el nombre de tu madre
Esconder bajo tu pecho
la llave de mi casa.

FE

Despiértame con el Sol
sin lágrimas
sin dolor,
antes de que llegue la tormenta,
cuando las calles vacías griten mi nombre.

Déjame ir
y no preguntes más.
No hay palabras
ni recuerdos
ni velas
ni barcos

sólo una suave marea
que mece gris
la calma rotunda
de mi alma despierta

TRAYECTO X

Cuerpo tarántula inserto tarjeta en ranura bus. Un chófer cobra me cobra de menos. Incrédula compruebo descuento y VENGA! grita seco su codo tatuado. Voz resorte impulsa mi culo a su asiento y desierta mi boca asiste triste a un involuntario silencio. Tribales y rosas pueblan negra tinta en piel de lagarto tostado cemento. Desierto ventana escucho azul cielo conversa el hombre del grito. Macho al volante narra cuentos y leyendas urbanas a un comprensivo comparsa. Anarquista autobusero hace paradas free style y deja tirados desolados peatones. Recoge, eso sí, a un militar con cara de simio que más tarde resopla a mi espalda. Conductor insano narra entusiasmado aventuras policiales, suicidios de secretas, denuncias y sindicatos, y voz escupitajo nos salpica espumarajos, pitidosy requiebros con su voz caverna. "EL AVIÓN NO ESPERA A NADIE" se justifica incrustando el morro a un coche ignorante. Atravesamos isla e historias. Momento parada pasada de largo. Sonrisa diabólica. Viaje en el tiempo. Un peatón decidido recogido en autostop se le ha adelantado al autobusero de mente flácida, que de nuevo le deja tirado, con un mosqueo que le dura lo que una pestaña en una mano. Comparto su breve triunfo y me uno a su risa torva.
Despide hombre desierto a su amado partener. Parada obligada. Turistas preguntan cosas de turistas y escupen sarna. No comprenden.
Llegamos rectos a la puerta de Salidas. Volar. Volar muy alto. Aquí estoy. Maleta rota y mochila en mano. Nervios y malentendidos. No preguntar. No oir. Confundo una puerta. Mal menor. Sentada detrás de una tocaya que dibuja tacones. Sueño pesadillas y dibujo muertos de algodón. Planeo planes y hago esquemas, vidas soñadas de mí y para mí. Paisajes abiertos. Por si acaso, no miro por la ventana, por si el vértigo de allá afuera supera en vacío a mis abismos.

TARDE DE PLAYA

Silencios comatosos
Pájaro-lagarto augura sueños veloces
caer en delicias, suave mareo
caer a placer
con el hambre y los zapatos
con el frío y con lo incierto
siempre caer.
Lúcida Pérez me llaman
y veo panorámicas sin red
en todas direcciones
El mar se extiende infinito
y yo me nublo entre las letras
y caigo
caigo
caigo
vendidas las maletas.

EL ABRAZO DE LA MORSA CARTILAGINOSA























Me agarraba el dedo con su mano blanda
y abrazo descolgado en su pecho
blando
Arrastraba las erres,
que resbalan en sus labios
también blandos
húmedos y blandos
Y yo,
carne de codo
elogio de la esquina
fracturada el habla
rompe el pecho en bruces
decúbito supino.
Agarro la escoba y empiezo a cantar
una canción de ABBA
blanda, con el cerebro espoleado
Nada
Hueco
Simio
Valdío
Esquina
Encuentro
Nada
no hay
NO HAY

No busques,
que no hay.

tarde de perras

Arrojo silencios de fuego
directa a la piel
en el sueño.
Camino por un suelo frio
una tarde de rebajas
y pienso,
si me harán feliz,
si me sentiré mejor
si la tienda está llena,
y que si aquel hombre me empuja
tendré ganas de partirle la cara,
y me veo capaz
en la puerta del Corte Inglés
de hacerle volar los dientes
a un desconocido
con el poder de mi mano derecha,
y me doy miedo,
y me doy lujuria,
y miro al frente,
sorteando obstáculos
viandantes,
mendigos,
peruanitos,
abuelos y niños
y bolsas
muchas bolsas
eso sí,
muchas
son de papel
reciclado.

MIÉRCOLES GLORIOSO


-->

Me levanto en ayunas y grito
ALELUYA
me planto dos tacones y un vestido pensando
que disfrazándome de mujer saldrá el sol por mi ventana
y no hay escote que rescate un rayo de vida
hoy
y salgo del portal
y grito
ALELUYA
al frío y gris inerte dios que me saluda al otro lado del cielo
con mis tacones resbalosos
y la prisa incierta
en ayunas
y desayuno una cuesta abajo
y pienso
ALELUYA
Y una cola de sintechos haciendo cola en el convento
y mi vestido ondeando al viento
pensando
ALELUYA
gracias, monjas, por esos desayunos gratuitos
que me llenan el barrio de sintechos
Y me acerco al ambulatorio
y voy con mis papeles de mutante
y canto
ALELUYA
ya hay una cola de dieciséis
y me toca el moro prisas
que me mira con cara de agobio
osea, que ya tengo un enemigo en la cola
y pienso
ALELUYA
el moro prisas me va a canear como se me ocurra colarme
pero no hay dios
ni alá
cuando una enfermera se me pone delante
no, señor
ni la payoponi de tacones de charol
ni el Erasmus de mirada perdida,
ni el moro prisas
aquí estoy yo,
con mi resguardo de mutante
en ayunas
peleando para que me saquen la sangre
estos hijos de puta

Y me llaman por mi nombre
a las ocho y treinta y ocho
ALELUYA
Me sacan la sangre.
Una enfermera amable.
Por una vez en la vida
ALELUYA
Llevo diecisiete años pinchándome en la misma vena
pero ella me recuerda los pasos a seguir
aprieta el puño
un pequeño pinchazo
relaja la mano
miro hacia otro lado
y suelto
ALELUYA, JODER
por una vez, no está mal que me den instrucciones
de cómo dejarme chupar la sangre
para variar.
Así a una no la pillan por sorpresa.
ALELUYA.
Me sacan la sangre y vuelvo a mi casa
a cambiar de zapatos
y la cola de sintechos ahí sigue
alimentándose de promesas
con olor a galleta
y yo dormida
y con dos botecitos menos de sangre en las venas.

Vuelvo al mundo con zapatillas de deporte
ALELUYA
Sigue lloviendo y los yonkis no cambian de acera.
Dios los hizo de un material superior,
indisoluble
indisolvente
waterproof
los yonkis de mi barrio son waterproof
ALELUYA
Y bajo con mis playeras y mi vestido,
saludo a los sintechos malolientes
y me voy a una cafetería equis
con unos camareros equis
que se cuentan la chapa de sus vidas marchitas
y pienso
ALELUYA
os merecéis limpiarme el culo por siete euros la hora
por mediocres, con camisetas de algodón
del puto Carrefour

Y me acerco al euskaltegui
a planificar un verano sin vacaciones
y grito en las Siete calles
ALELUYAAAAAAAAA
Adoro la idea de pasarme tres meses levantándome a las ocho
para aprender un idioma a punto de morir
para sacaros la sangre
a vosotros
y a vuestros hijos
y a los hijos
de vuestros hijos
ALELUYA, JODER
ALELUYA
Y una amable mujer se dirige a mí en castellano
por primera vez
en un euskaltegi
y pienso
con todo mi cuerpo
temblando de gozo
ALELUYA, COJONES
aleluya en bajito
aleluya
Y le llamo a mi padre
para que me pague el puto curso
del idioma muerto
para sacarles la sangre a los padres
de los hijos de los vascos
y mi padre dice que SÍ
y yo digo…
joder
yo digo
ALELUYA
Y no sólo eso
sino también me voy a pedir unas
ayudas al alquiler
para que mamá Diputación me pague este verano vasquito
y me cruzo toda  la Gran Vía
lloviendo
acordándote del diablo en cualquiera de sus formas
y pienso
ASQUEROSO HIJO DE PUTA
Y no me preguntes por qué
las playeras se me llenan  de agua
y espero una cola de veinte
con los pies mojados
y el alma encharcada
pensando
TE AMO
dulce veneno
que me quitas la conciencia

Sólo quiero morder
y chupar la sangre
de los funcionarios con cara de lagarto
y los sintechos que reclaman un lugar en el mundo
a golpe de lágrima
y matar a los gordos
por todo lo que comen
y destrozar los andamios
que no me dejan caminar
y pienso
JODER, TÍO, ¡TE AMO!
con un paraguas en la mano.
atizando a los pijos de trajes baratos
con peinados informales
ALELUYA
Con la bota en la mano
ALELUYA
JODER
aleluya
Me siento tan bien que me cago en mitad de la gran vía
en plena plaza circular
y me hacen un corro
los de la mani del L.A.B.
y los anti T.A.V.
y los pro U.G.T
y los pre
y los post
y todos los prefijos y las siglas del botxo
gritan conmigo
ALELUYA
joder
ALELUYA
Mi mierda rebosa gozo
y amor

Y Bilbao susurra conmigo
ALELUYA,
pequeña
ALELUYA…

EL VIAJE


-->
Bajo los pliegues
entretelas
entretienes y esperas
y nadie
nada,
nada detiene el tiempo
y nadie te espera.

La mano en el regazo
abierta,
mira al cielo y responde.


Una gota de luz
entre los árboles,
y el viento,
y el cuello,
caricia,
la brisa,
sonrisa


y el banco es un barco,
y la espera
sabe a pera.


Expiras de golpe.
Risas


Reclinas la espalda,
observar el caminar
ajeno


Escuchar los latidos
adentro


donde el tiempo
se detiene,
y la espera encuentra
y el viaje comienza.

ESCENA

Arañar la tapicería con las uñas recién cortadas
A lo lejos, dos niños juegan en el parque.
Silencio
está borroso
el Sol desdibuja los límites.

Sonrío hacia adentro
Descanso sentada en la parte trasera
de un coche familiar
Me llevan de nuevo a casa,
a mi casa
y ya no hay miedo
ni dudas,
sólo el eco
apenas sentido
un rastro apenas visible
de un dolor antiguo
sin nombre
El tacto frío del aire acondicionado
sobre mi piel de verano.

Incómoda
me abrazo
y miro a los niños jugar
desde mi silencio
de nuevo plácido
y mis poros, erizados
tiemblan
en soledad.

Miro al frente
Ya llegamos a casa
Ya

BILBAO-BCN 15/09/08


-->
VIAJE EN EL TIEMPO

BILBAO. Estación de Abando.
Cuando cogí los billetes por internet y leí la palabra TALGO, no se por qué me dio por asociar la palabrita a la idea de modernidad, rapidez, confort, rapidez, azafatas sonrientes con cuerpo de palo, ambiente aséptico, rapidez… Chica, será que no viajo mucho en trenes nacionales.  Creo que el último gran recorrido que hice en este medio de transporte fue de Berlin a Wroclaw, mi ciudad de Erasmus. Lo recuerdo con nostálgica alegría, más nostálgica aún sentada en este Talgo que promete diez horas de lenta agonía.
Esperar una cola de veinte minutos para que aparezcan dos segur-ratas que hacen un simulacro de medidas de seguridad haciéndonos pasar el equipaje por la típica cinta transportadora con el típico cartel de aviso al lado. Reviso mentalmente mis pertenencias y compruebo que efectivamente no porto ninguna flecha ni pistola ni granada de mano en mi equipaje de idem.
(Había un personaje en Santa Barbara que se llamaba Idem. Pensaba en ese nombre como si fuera un Jocker, una carta que podía tomar cualquier número, un nombre que podía adoptar cualquier otro. Tú eres Peter, yo soy Idem, tú eres Samantha, yo soy Idem, tú eres Mr. Jones, yo soy Idem)
Maleta en mano, por fin estoy frente a los se disponen a  cotillear entre mis pertenencias buscando armas de destrucción masiva, un segurata de una empresa privada y un empleado de Renfe. Me da por pensar si estos dos elementos (el de Renfe es un poco Nerd) tienen autoridad legal para hacer semejante labor. Después de este estúpido paripé, que nos ha tenido en pie a lo bobo un buen rato, espero a mi tren con ansiedad.
 Mucho abuelo veo yo por aquí.
El tren llega a la estación. Ay dios mío. Mi gozo en un pozo oscuro y cenagoso. Este tren sería algo moderno y confortable en los años cuarenta, pero hoy, a quince de septiembre del dos mil ocho no se me ocurre mejor manera de invocar a la lumbalgia corónica que pasar diez horas incrustada en este aparato del demonio. Me siento en mi asiento. Las paredes están tapizadas en dos tonos de verde caqui, uno más caqui que el otro. Se complementan con unas cortinillas naranja pastel a rayas. Los asientos están forrados con otra tela verde caqui. Tanto caqui me hace pensar en tiempos de guerra, definitivamente años cuarenta. Los detalles textiles me hacen pensar más en abuelas cosiendo a máquina que en patrones industriales Renfe S.A.
Al fondo, el único detalle que parece de mi generación, un guiño al siglo veinte, indicios de modernidad, un elemento tecnológico. Bueno, en realidad son dos, una tele, que podría ser en blanco y negro y un altavoz en una esquina. Veo al fondo también un cartel de prohibido fumar. Muy moderno también. Observo que en los asientos hay ceniceros con desconchones en la pintura metálica.
Se esfuma como humo de pipa la idea de un cómodo y romántico paseo rumbo a la ciudad condal. El vagón está empezando a poblarse. Me repito en lo dicho: mucho abuelo por aquí. El único mozo con buena planta se convierte rápidamente en colocador de equipajes a petición de las abuelas con sus maletones. Las abuelas no se cortan ni media en aprovecharse de la musculatura del mancebo, que al cuarto maletón empieza a dar signos de cansancio. Alguien comenta que están muy altos los estantes para poner el equipaje, que no los recordaba tan altos. Pienso yo que será esta la única reforma que han hecho aquí en cincuenta años. Esa y el hueco para la tele en blanco y negro. Bueno, y la megafonía también, pero eso y nada más.
El tren se pone en marcha. Esto hace un ruido que se te va la olla. Me pregunto con emoción (para engañar a la zozobra) por el título de la peli con que nos van a deleitar a continuación. Si hicieran honor al estilo S.S. (seguridad social) de aquí la decoración, igual se podrían lucir con algún clásico del género negro tipo “el halcón maltés” para convertir esta experiencia en un viaje en el tiempo en toda regla.
Me da por pensar que para el próximo viaje, entre una muerte rápida y confortable en avión y una lumbalgia crónica para el resto de mis vacaciones, prefiero la primera probable consecuencia. Al final el paseo en tren va a ser la acción más temeraria y descerebrada (me sale más caro que ir en avión) y todavía me tenían que pagar por decorar este vagón con mi presencia singular.
Esta aventura me recuerda a una anécdota polaca, cuando Eilyn, mi mueble/compañera de piso, se cogió un viaje a Vitoria desde Wroclaw, de 49 horas con el culo incrustado en un asiento, porque le parecía súper romántica la idea de cruzarse Europa sin levantar ese peazo de culo en dos días (yo creo que le sedujo más la idea de no tener que moverse en todo ese tiempo, la inmovilidad le hacía muy feliz, que yo lo sé)  Le pareció tan romántica que de hecho se pilló ida y vuelta del tirón. Y yo, que me tuve que chupar la misma ruta unos días antes porque no tuve más cojones, tuve pocas alegrías en el viaje tan intensas como visualizar las nalgas entumecidas de ese cuerpo semimorsa tras casi tres días de autocar. El sudor seco haciendo pelotillas, y los tarzanitos fosilizados en esos pelos del culo que tanto le agradaba quitarse de uno en uno encima de la cama, con un espejito y conmigo delante, que ojiplática, me desquitaba la furia haciendo click click con el ratón para no cortarme las venas, o cortárselas a ella.
Parada en Llodio. La peli no empieza. Jooooo!!! Mi espalda empieza a sufrir. Hay una palanca metálica en uno de los brazos del asiento. Hago el típico juego, tirar de la palanca y empujar hacia atrás con la espalda, pero nada, aquí no hay movimiento ninguno. Un par de veces en  plan disimulado, a la tercera me empiezo a poner rojo amoratado, de la presión. Nada. Mecagüen la hostia que me ha tocau la silla rota, pa colmo de males.
Miranda de Ebro. Son más de las doce. Me he cambiado de asiento dos veces, la palanquita funciona en los otros asientos, la vida en talgo se hace más soportable con el asiento tumbadillo.
Una chica entra en el vagón. Estoy en su asiento, me deja quedarme aquí. Se me quedan las Gracias dentro de la boca. De repente se sienta y pienso que estoy firmando mi sentencia de apachurramiento. La moza es una rotunda burgalesa de más de cien kilos. De repente me parece más importante la posibilidad de salir de aquí que ver los infinitos campos de castilla desde un asiento tumbadillo color caqui.
La peli comienza. Samuel L. Jackson y el mongolo de Ben Affleck. Abogados e injusticias sociales. Curiosamente, hace quince minutos estaba fantaseando con la posibilidad de estudiar derecho alguna vez en la vida, en plan hobbie. Aprender el idioma de las leyes, como el que se apunta a japonés en sus ratos libres. 
La rotunda burgalesa se había confundido de vagón. Expiro. Inspiro.





OCTUBRE

Día, semana
olor, ventana
tu cara de marrana
Mi pana

Chaqueta de lana
manzana
limpiar el sudor con una manga
larga

Sonreir y saberlo
saberlo bien
decirlo bien
hasta adentro

Sentirse y sentarse
tu sol, mi beneficio
nuestra sombra,
nuestro fresco.

Y el rastro peregrino
que nada esconde,
del que no prescindo.

Mañana llama
y no corto.

RETRATOS II

I

Ana, manzana. Ana, soy Ana, los chicos de la calle vienen a jugar con Ana.

Ana, bluyins prietitos, camisa verde pistacho con hombreras kilométricas. Ana con bambas blancas y permanente con mechas. Ana con pecas del color de sus ojos. Príncipes de todos los colores se plantan en su puerta esperando una cita con Anita, la manzana previo pago del Edén maldito. Adanes del nuevo milenio con complejo de soldados caídos la toman con los hombros reutilizables de Anita la fantástica. Se clavan un par de cruces en su monte del olvido a fin de mes, cuando el presupuesto languidece y las ganas de besar emigran a países lejanos.

Ana, dulce paquete de klinex compartido. Ana, palangana de toallas inmundas que nunca llegan a pudrirse del todo. En el fondo de su alma pecaminosa, Ana guarda una bruja piruja con rabia desinfectante que le aleja de los malos muy malos.

Mira el blanco de las paredes de su casa y encuentra manchas con forma de bichos demoniacos, monstruos perseguidores, fantasmas violadores, ladrones de historias,depredadores con cara de gato, gatos con cara de sueño, sueños con cara de tonto. Ana se come una pera a mordiscos a la hora de la merienda, con un paño sobre las piernas para no mancharse. Mira los anuncios y no piensa. Suena el teléfono. No responde. A veces nada importa. A veces el mundo se detiene cuando una pera de agua se cruza en el momento apropiado. Ana coge pico y pala. Se pone un buzo blanco y pañuelo en su cabello permanentado y con mechas, gafas de plástico y guantes. Ana desgarra una pared blanca llena de espectros a mazazo limpio.
El sudor cae sobre su sien, observando la sangre manar de sus cadáveres exquisitos convertidos en polvo de arcilla. Ana aprieta los dientes, apunta y machaca a un malo con gafas de aviador. Golpe seco y cae en mil pedazos sobre el parqué. Suena el teléfono de nuevo. Un avión travieso lanza un misil sobre él, que lo reduce en el acto a un montón de metal y plástico, una población de piecitas bajo la mesa camilla en busca de refugio. Ana ríe a carcajadas, descubre una viga maestra con cara de hada madrina y le perdona la vida por hoy. Se desnuda, se ducha y se pone su vestido de lentejuelas rojas y verdes. Tacones kilométricos, abrigo negro. Ana guardiana sale a la calle a buscar a alguien a quien rescatar. Con cara de pera de agua dirige su mirada y dispara al objetivo preciso. Sus balas acribillan al moreno trajeado del Ford Escort.
 - Te prometo el infinito y parte del extranjero si vienes conmigo, encanto.
La víctima cae de inmediato en sus brazos al borde del desmayo.
- Todavía no mueras, forastero. Son diez mil. Por adelantado.

 II

Luis habla con sus muertos. Prepara el almuerzo con rictus amargo, pensando en los sandwichs de chopped de su difunta madre. El demonio le muerde las orejas a la hora de la siesta, justo antes del programa de cotilleos. Le confunden las tetas de las chicuelas del yogur desnatado; tanta carne al fresco para anunciar toda la gama de artículos para elevarse por los aires cual gracil cervatillo; tanta lujuria para disolver la grasa acumulada de detrás del sofa.

Luis no comprende. Se la casca sólo con los anuncios de productos bajos en calorías. Cuando baja el calor, se le levanta el ánimo. Paradojas de la vida, Luis.